Hay una predisposición genética a la tartamudez, es por eso
que a la hora de valorar al niño, siempre se debe preguntar a los padres si hay
alguien más en la familia que tartamudee o haya tartamudeado.
El problema de la tartamudez parte de una debilidad inicial
del sistema lingüístico de origen genético (dificultades de coordinación,
dificultades fonorespiratorias...) añadidas a un factor desencadenante, como
mucha presión ambiental o variables del propio niño.
En los niños la tartamudez pasa por tres fases, la etapa
primaria, en la que el niño todavía no es consciente de su problema, la etapa
transitoria, en la que empieza a serlo y la última en la que predomina el
propio miedo a tartamudear.
Niños tartamudos
En los primeros años de vida, en torno a los tres o cuatro
años, puede aparecer una tartamudez evolutiva, en la que niño tiende a repetir
palabras enteras. Se puede considerar algo evolutivo y no siempre es necesario
realizar un tratamiento. En un 80% de estos casos la tartamudez en este grupo
desaparece antes de los 16 años.
Una vez superada la edad de preescolar la tartamudez se
presenta entre un 0,7% a 1% de la población general, siendo más frecuente en
niños que en niñas. Cuando el niño es mayor de 5 años y siguen o se han
acentuado los rasgos de tartamudez, entonces sí que conviene valorar si hay
problema y si es necesario realizar una intervención.
Cómo se confirma que el niño padece tartamudez
Cuando el niño tiene disfemia pueden aparecer las siguientes
conductas:
- Alta frecuencia de repeticiones de palabras o parte de las
palabras
- Se prolonga la articulación de las vocales
- Tensiones musculares ligadas al habla
- Alteración del ratio del habla y del turno de palabra
- El niño se puede bloquear al iniciar una palabra
(tartamudez clónica), repetir sílabas o palabras enteras (tartamudez tónica), o
incluso puede hacer una mezcla de ambas (tartamudez mixta).
- La alteración de la fluidez interfiere en el rendimiento
académico, o en la comunicación social.
- No hay déficit sensorial o motor del habla que explique
las dificultades previamente descritas.
Cuando el problema interfiere en la vida del niño (él
empieza a ser consciente de su tartamudez, se le nota triste, le cuesta hablar
con los amigos, o con nuevas personas, por miedo a “quedarse atascado”), sin
lugar a dudas hay que intervenir. No obstante, si los padres o familiares son
capaces de identificar el problema en esas etapas previas en las que el niño
todavía no ha desarrollado el miedo a tartamudear, la intervención precoz será
muy eficaz.
Tratamiento para niños tartamudos
El tratamiento de la tardamudez infantil se centra en dos
aspectos:
- Procurar la disminución de las disfluencias durante el
habla: entrenar técnicas como la respiración diafragmática, el control de la
articulación, y el alargar las vocales a la hora de pronunciar, le ayudarán a
controlar el habla.
- Controlar la aparición de conductas de ansiedad. Si el
niño tiene mucho miedo a tartamudear, habrá que trabajar con él el control de
ese miedo, además de entrenar las técnicas anteriormente descritas.
Los padres pueden hacer actividades con el niño como
ejercicios de contar cuentos rápidos y lentos, para que le niño aprenda las
diferencias entre hablar rápido y lento. Una vez que el niño ya se sabe el
cuento, se pueden hacer ejercicios para introducir el turno de palabras, la
mamá empieza una frase y se para y le pide al niño que él la termine.
Cómo pueden los padres ayudar a los niños tartamudos
Lo primero que tienen que hacer los padres es no valorar
negativamente la forma de hablar del niño.
Escuchar siempre al niño y no interrumpirle.
No hablar por él, el niño se tiene que “enfrentar al
problema” y tiene que aprender a desenvolverse; sobreprotegiéndole y hablando
por él, agravaremos la situación.
Devolver al niño siempre un feedback de habla lento o
hablándole despacio, con calma.
Es importante generalizar estas pautas en todos los momentos
de relación con el niño.
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