No sólo crecen en estatura, sino también interiormente. Conocer cuáles son las etapas por las que pasan tus hijos durante su desarrollo psicológico hacia la edad adulta puede resultar de gran ayuda para educarles.
De hecho, los niños progresan gradualmente en el ámbito cognitivo, afectivo, sexual y social. Os explicamos cómo evolucionan según su edad.
De 0 a 2 años, primera infancia: “yo y mis padres”
Descubrimientos: el bebé tiene ante sí un mundo totalmente nuevo, y manifiesta interés por los objetos y las personas que le rodean. Incluso su propio cuerpo es una herramienta que todavía no conoce ni sabe controlar bien.
La figura materna: durante esta etapa, el recién nacido considera a la madre como una prolongación de su cuerpo. Su presencia constante, además de sus intervenciones positivas cada vez que se topa con una dificultad, le ayuda a superar los miedos y favorece la estabilización del sentimiento de seguridad.
Sonrisas: aparecen como una expresión de alegría del bebé en relación a un objeto externo. A partir de los 2 o 3 meses, las sonrisas son un indicador importante para saber si el niño o la niña es feliz.
El padre: se incorpora al espacio psicológico del bebé de forma lenta y progresiva. Su importancia en su desarrollo aumentará en la medida que él comparta tiempo y actividades con el pequeño.
Empezar a recordar: entre los 10 y los 12 meses, el bebé ya es capaz de pensar en los objetos y en las personas que conoce. Esto le permite empezar a asociar cada cosa con un nombre o un sonido que los identifique.
De 2 a 5 años, segunda infancia: “yo y los otros niños”
Pequeños exploradores: el niño explora todo lo que le rodea de forma relativamente autónoma. Tiene curiosidad por conocer el porqué de las cosas y, ante sus preguntas, hay que argumentar las respuestas de forma sencilla, comprensible y lógica, para que aprenda a dialogar.
Diferencias sexuales anatómicas: su interés por lo que le distingue de los niños del sexo opuesto está motivado exclusivamente por la curiosidad y, una vez satisfecha, tanto niñas como niños suelen olvidarse del tema.
Relaciones afectivas: el niño ya se relaciona con sus hermanos y otras personas de la familia, que se convierten en compañeros de juegos si tienen su misma edad. De esta manera, se amplía el círculo afectivo primario del niño.
Creatividad: la actividad fantástica, a través de la fabulación o la lectura de cuentos, contribuye al desarrollo de su pensamiento. Es normal que a veces los más pequeños confundan la realidad con la fantasía.
Egocentrismo: el niño sólo percibe el mundo a través de sus propios ojos. Todavía no es capaz de ponerse en el lugar de los demás, una perspectiva que se adquiere progresivamente durante el proceso de maduración cognitiva.
Socialización: la etapa preescolar facilita las relaciones sociales. Además, las nuevas figuras de adultos que coordinan la convivencia de los niños en la guardería les empujan a seguir las primeras normas sociales.
Control de las necesidades fisiológicas: este es un avance importante en la autonomía del niño. No se le debe regañar si el control de esfínteres se retrasa ni por pequeños accidentes, ya que puede sentir frustración e inseguridad.
¡No quiero! ¡Yo! ¡Mío!: no es egoísmo ni mal genio, sino que el niño está buscando cuáles son los límites a su voluntad. Los padres deben marcar esos límites, aunque esto pueda significar alguna rabieta.
De 5 a 11 años, tercera infancia (o niñez): “voy a la escuela: maestros y compañeros”
La vida como una aventura: el pensamiento del niño es cada vez más flexible, y ya es capaz de relacionar ideas y conceptos nuevos.
La entrada a la escuela: se trata de un contexto más estructurado con respecto a la guardería, con normas sociales necesarias para que todos los alumnos aprendan. El profesor se convierte en una nueva figura de adulto significativo para el niño.
Tiempo libre: los niños necesitan jugar con sus amigos y correr al aire libre. No se deben sobrecargar con exigencias de adultos. En su tiempo de ocio, hay que ofrecerles alternativas y ayudarles a descubrir sus posibles intereses.
El juego en equipo: en esta etapa aprenden a tener empatía y a cambiar su perspectiva para ponerse en el lugar de otra persona. Los grupos de juego en la niñez no suelen ser mixtos, ya que no tienen especial interés en los niños del otro sexo.
De 11 a 16 años, la primera adolescencia: “yo, mis amigos y el mundo”
Transformación: se vuelven cada vez más independientes, a la vez que se desarrollan físicamente. Los adolescentes querrán poner a prueba sus propias capacidades y forjar una personalidad autónoma.
Interés por el otro sexo: la atracción, la curiosidad y los enamoramientos los descolocan. Las pruebas de relaciones de pareja, a partir de los 15 o 16 años, tienen para los adolescentes una gran trascendencia, ya que les ayudan a madurar una identidad propia y definida.
Cambio de mentalidad: desarrollan la lógica por deducción y la creación de hipótesis. Los adolescentes lo cuestionan todo y, a la vez, son idealistas. A las puertas de la edad adulta es cuando alcanzarán una posición definida y relativamente estable en cuando a sus ideas.
Definición de la identidad: hacen nuevas amistades, cultivan ciertas pasiones o intereses o incluso cambian su estilo de vestir. La búsqueda de su propia identidad les hará capaces de relacionarse con los otros de manera crítica y creativa.
Responsabilidad: en la transición hacia la edad adulta buscan un camino propio y ensayan vías alternativas a las que habían asumido como correctas hasta el momento. Deben arriesgarse, aunque también tienen que ser conscientes que pueden equivocarse y, por lo tanto, deben ser responsables de sus propios errores.
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